Relatos de campo

Fruto de nuestra relación con la Naturaleza, surgen innumerables anécdotas, lances y percances, objeto de narraciones junto a la lumbre o ronda tras ronda en la cantina.

Historias de caza, de pesca, o simplemente la observación, interesan a todos aquellos que de una u otra forma sentimos la llamada de la Naturaleza.

Sirva pues esta sección para dar a conocer esas pequeñas historias que acontecieron o acontecen por esas nuestras tierras:



Crónicas de un cazador guímaro por Javier Rapado Fraile

29 de octubre.
Llovía aquella mañana en Videmala, no habían cambiado la hora. Nos deslizamos paraguas en mano por el paraje denominado “El Cogollon”. La lluvia mojaba la hierba que a la vez mojaba nuestros pantalones. Los perros cantaban a la pieza de caza que corría delante de ellos, a una distancia que los canes no podían pillar. Llovía y el paraguas las gotas metían un ruido así como un tamborilero lejano. El zorro pasó por la trocha a una velocidad endiablada y de repente se oyó un disparo que al parecer llego tarde por que el animal siguió corriendo delante de los perros dos horas más.
  
2 de noviembre.
El día comenzó a las siete treinta de la mañana, Río Malo estaba cubierto por una espesa niebla que dejaba ver las cabezas multicornudas de los (volalaires). Los perros, sabiendo que hoy es día de caza ladraban contentos y animados por que barruntan la próxima batalla.
Salimos para el monte por el “Pasadero la Llama” hacia las “huelgas” donde empezó todo, aquí te pillo allí te agarro, pasando junto a mi padre que disparo matando el primer conejo de la temporada en el lugar denominado “Reta Brava”.
Después en el resto del día se sucedieron los lances y tuvimos más suerte. Alcanzando una cifra aceptable de piezas cobradas.

6 de noviembre.
El Sol, el Sol salio temprano aquel día. La helada enfriaba las manos que casi no podían sujetar la escopeta. Estando muy próximo al lugar denominado “La Jareta”. Los rayos solares caían oblicuos sobre la ladera norte cuando ocurrió todo. Los perros (cantaron) el primer conejo de la mañana (guau, guau). Las vacas a lo lejos pastaban alegremente ajenas a la batalla que se avecinaba. Sonó un disparo, luego otro y el conejo cayo tras dar dos vueltas de campana. Las vacas seguían pastando pues no le interesaba la batalla vecina que en ese momento teníamos nosotros. A la hora de comer los canes estaban exhaustos y nosotros felices por el numero de piezas cobradas.

10 de noviembre.
La perra es blanca, pero cuando le pasas la mano a contrapelo tiene tonos canelos. Sus orejas con manchas canelas en las puntas son hacia abajo y le llegan al hocico. Su rabo corto que no cortao, le mide un palmo solamente. La perra es vieja sus canas disimuladas por el pelo, no engañan a nadie al mirarle a la cara. Con esos ojos negros que te miran tristes, cansados de las fatigas pasadas por el animal. Cuando la niña la abraza la perra se pone contenta, a pesar de que cuando la niña era pequeña La perra le tenía celos. Cuando sale al campo la perra es savia, pues no se le escapa un rastro de ningún animal los rastrea, Con su ladrido profundo genuino de su raza. La llamo y ella hace caso omiso pues esta concentrada con su tarea. También a veces le pongo un cascabel tilín, tilín y así siempre se donde esta. La perra es dócil, paciente, obediente y orgullosa. Su pelo suave y su piel separada al tacto de su carne le confieren un aspecto serio. Pero cuando la conoces y la acaricias dulcemente la perra te corresponde con todo el cariño que solo los animales saben dar. En el verano echa unas siestas de campeonato echada a la sombra del albaricoquero. En las tardes calurosas va a los valles donde corre el agua para refrescarse y así paliar su sofoco. Ahora en temporada de caza la perra domina el liderazgo de la jauría para marcar el sitio por donde se fugo la pieza. Yo le tengo aprecio y cuando falte la recordare con cariño y tristeza. La perra puede ser cualquiera perra da igual como se llame mi perra.

14 de noviembre
El animal galopaba despreocupado delante de los perros por el lugar denominado “El Tornico”. Era más o menos rubio con su cola algodonosa y con alguna cana disimulada en su pelaje le confería un Tono que parecía que tenía cierta edad. Era grande casi de la misma estatura que los perros y los canes corrían detrás del bicho sin poderle dar alcance. Bajaron por la descuidada ladera hacia ” Rió Malo” giraron hacia la derecha llegando a los “Tornos” subiendo luego llegaron al “Cotorro Valdejaín, los Carbizales, Jara Redonda, Marmurales, El Matón y otra vez llego al Tornico” donde el cazador lo esperaba. Pero el animal como su propio nombre indica es muy zorro y burlo a los esperadores y pasando más lejos que cerca de este que les habla. Que no pudo hacer otra cosa que admirar la talla y el pelaje del animal. Los perros exhaustos no pudieron o no quisieron continuar con la persecución dejando al animal para una próxima ocasión que sea más propicia. Luego siguieron buscando conejos sin volver a pensar en el susodicho animal.

20 de noviembre
Mientras la gente se afanaba con las Elecciones Generales, el cazador estaba situado ya en su puesto en el lugar denominado arroyo de “Retalamide”.
La mañana se presentaba fría, húmeda, pero no llovía los perros buscaban el conejo.
El rastro que dejaban éstos era muy grande gracias a la lluvia caída el día anterior.
Subiendo a la laguna del mismo nombre el cazador observó un conejo veloz como él solo.
¡Pon!... sonó un disparo y el animalito se dirigió a una zarza próxima los canes (guau) hacia arriba, (guau) hacia abajo el cazador subido en una pared, vio como la perra pequeña llamada “Lila” que solo cuenta con cinco meses y pico de edad lo sujetaba,trayéndoselo para que el cazador lo cobrara.
Así poco a poco fue pasando la mañana.
Y después de comer con ya más animalitos cazados nos dirigimos al lugar denominado “Peña Franquera”.
En este lugar un animalillo juguetón se salió al camino y el cazador más lejos que cerca le disparó, el animalillo entro acto seguido al monte y los perros (guau) hacia arriba, (guau) hacia abajo cuando de pronto un chillido se oyó, el cazador atento fue raudo y el perro negro lo tenía entre sus fauces, al ver el can aparecer al cazador soltó al conejo y así el cazador pudo cobrar la pieza.
Cuando el sol llegaba a su ocaso perros y cazadores exhaustos y felices llegaron al vehículo que los transportaría hasta la casa donde le esperaba la merecida cena.


27 de noviembre
El sol perezoso no quería romper el manto blanco que cubría la hierba.
A esa hora tan temprana en la que los animales silvestres no se han resguardado todavía, una persona sigilosamente camina por la fría pradera hacia la fuente de “Retalamide”.
Iba acompañado de sus fieles e incansables compañeros, que empezaban a rastrear la blanca pradera sobre unas zarzas parduscas que por allí se encontraban.
El azul del cielo dejaba ver las estelas blanquecinas de los aviones que cruzaban el firmamento de este a oeste.
En ese momento sale un conejillo veloz desde la pardusca zarza hacia el próximo monte y el cazador que el hecho no lo sorprendió ni un ápice, disparó con su arma cazando así el primer conejo del día.
La mañana transcurrió sin más novedad, pero justo después del paro reglamentario para dar cuenta de un almuerzo prudente pero a la vez nutritivo. Los canes acompañados del cazador se dirigieron al lugar denominado “Los Soles” donde el bermejo anaranjado de los robles daba sombra a la ladera norte.
Los canes con las crecientes gotas de rocío se percataron de que había pasado un conejillo por el lugar y raudos lo persiguieron hasta que por fin paso por un corte cerca del cazador y este pudo cobrar su segunda pieza, cuando el sol llegaba a su ocaso un último animalillo salió desprevenido y este fue el último.
Cuando la Osa Mayor empezaba a quererse vislumbrar en el horizonte a la derecha del lugar denominado “La Corona” el hombre y sus incansables compañeros llegan a casa donde le espera la cena para reponer fuerzas para el día siguiente volver a la batalla.
Pero esa ya es otra historia…

4 de diciembre
Había llovido de noche aquella mañana.
La campiña húmeda, matizaba olores a hongos de aquella parte del bosque, emborrachando el olfato de aquellos dos hombres que bajaban ladera abajo.
El rocío empapaba los pantalones a la altura de los tobillos y el silencio reinaba en el lugar a esa hora tan temprana.
La perra vieja fue la primera en dar un aullido quejumbroso y largo como si se hubiera topado con un animal cara a cara, luego fue su hijo de pelambre color canela quien cantó aquel rastro y a continuación los demás en tropel pasando del más absoluto silencio a la algarabía más sonora.
En la distancia la "petada" una cascada natural que en aquel día (sordo) hacia de caja de resonancia para los ladridos de los canes.
El animal era joven, pequeño casi no abultaba más que una Liebre pero como en su raza el rabo casi es tan largo como el cuerpo la distancia entre hocico y final de la cola era yo diría que superior al metro.
Después de casi dos horas de persecución el animalucho se confió y pasó cerca del cazador que le disparo de cara pues el bicho se le acercaba en la misma dirección que este se encontraba, el disparo sonó como un trueno gracias a la reverberación de las ondas sonoras, y el animal dio con sus huesos en el suelo, levantándose de inmediato, otro trueno sonó de repente y el animalejo ya sin vida dio varias vueltas antes de parar sobre una retama que se hallaba en la mitad del camino.
El día transcurrió entre venturas y desventuras pero tanto cazadores como perros quedaron felices de la tarea realizada.


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De risas y chatos  por José Francisco Falcón García

De todos es sabida la predisposición de “algunos” cazadores a exagerar un poco… sus lances en el campo,  y sobre todo… la cantidad de piezas cobradas…

En nuestro pueblo, el lugar de reunión, de charla y de “historias” era siempre la taberna, en ca el tio José o en ca el tio Andrés, aquí con más motivo por ser éste cazador también.

Hace muchos años, más o menos por esta época, en casa de mi padre,  se hallaban reunidos en animada charla, con un vaso de vino en el mostrador, algunos cazadores del pueblo, contando sus alegrías o desilusiones en la jornada de caza del día.

Uno de ellos, no diré su nombre, era muy dado a este tipo de explicaciones con muchos gestos, ilustrando así el cuento. Empieza diciendo que había cazado SIETE CONEJOS .  Ante las dudas del público, se pone a explicar…

“Pasaba yo por la tierra de… (fulano) cuando los perros se acercan a unas escobas y….cai…cai… cai. PUM, uno. Seguí andando al lado de la pared de la tierra de.. (fulano), cuando los perros se metieron entre una jaras y… cai… cai…cai, PUM, dos. Al cabo de un rato me meto por el camino de.. (tal sitio) y antes de subir la cuesta empiezan los perros.. cai…cai… cai..PUM, otro al saco.”

En este momento de la historia nuestro querido amigo se para en seco….. se produce un silencio… y de pronto dice…….¿CUANTOS LLEVO?.....

Como os podeis imaginar, la carcajada fue general, pero siempre con el buen humor que nos caracteriza a todos los guimaros, se tomaron otra ronda de vinos y siguieron hablando de otras cosas...

Pepin el del tio José.

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La lechuza   por Cesar Prada

Cierto día fuimos a pescar al embalse del Esla , íbamos caminando por la orilla a la vez que lanzábamos nuestras cucharillas en busca de una preciada presa, pueda ser Lucio, black bass etc.

Cual fue nuestra sorpresa cuando vimos revolotear en la orilla del embalse a un enorme pajarraco, nos acercamos y pudimos apreciar que de una lechuza se trataba.

Una de sus patas se encontraba atada a una punta de una cuerda de alpaca y al otro lado de la misma lo que quedaba de otra ave mas pequeña que no pudimos identificar puesto que lo único que quedaba eran los restos del muslo y pata ya casi descompuestos. A su vez la cuerda también se encontraba enredada a una roca que estaría como a unos 10 centímetros del agua ,no sabemos como pudo llegar ahí, pero por su estado presumimos que la lechuza llevaba ya horas luchando por desprenderse de aquel lazo que la aprisionaba por la pata ,casi cercenándosela.

Tras dudar unos segundos nos pusimos manos a la obra. Mi cuñado caminó como 500m. atrás hacia el coche en busca de un cuter con el que poder cortar la cuerda; mientras, me hice con el animal como pude, la verdad es que ofreció poca resistencia solo unos vanos aleteos, ni si quiera se molestó en intentar picarme (pobre), creo que pensó que éramos su única salvación, luego regresó mi cuñado(Javi) y comenzamos la delicada operación: mientras yo la sujetaba fuertemente, el iba cortando la cuerda como buenamente podía, la cuerda había dado varias vueltas a su pata y a modo lazo la estrangulaba.


Pasaron como 15 minutos hasta que la operación finalizó, comprobamos que su pata no se apreciaba rota ni cortada (al menos a simple vista de inexpertos), llamamos a las mujeres y a los críos ,que mientras, se encontraban dando una vuelta por el embalse en una canoa de esas hinchables, se acercaron a la orilla y alucinaron con el bonito ejemplar que habíamos encontrado, le dijimos a la señora lechuza que si le parecía bien una foto para la posteridad y como no pareció molestarle nos inmortalizamos juntos,(jejeje) pasado esto le dimos la libertad que ella a bien seguro ya anhelaba.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado, la lechuza se marcho volando sin agradecernos lo mas mínimo la ayuda recibida, mas en nuestros corazones reinaba la satisfacción de haber cumplido con la madre naturaleza haciendo lo correcto, que ya en bastantes ocasiones haces lo contrario.



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Supongo que todo aquél que haya navegado a lo largo y a lo ancho de este blog, habrá podido comprobar que yo, su creador y responsable, me he declarado explícita e implícitamente un convencido defensor de nuestros tesoros naturales, de la Naturaleza Ibérica en general. Sin embargo, entiendo que las cosas no se ven igual desde un sillón frente a la tele o tras el visor de una cámara de fotos que bajo el yugo de la responsabilidad y el amor de un pastor hacia su rebaño.
Soy de los que piensan que el hombre y el lobo deberían poder coexistir en una cierta armonía, también el hombre y la culebra, el hombre y el águila, etc., pero no seré yo quien intente convencer al hombre del campo de que las “alimañas” no provocan daños en su ganado, ni que deba pagar con el sudor de su frente el “capricho de un fotógrafo”. Es la administración, quien debe hacer posible esa sostenibilidad.  
No pretendo abrir ningún debate al respecto, tan interesante me parece escudriñar la mirada del lobo intentando imaginar sus pensamientos, como conocer las sensaciones de un hombre que se ha encontrado cara a cara con el mito.
Por ello, traigo aquí un relato publicado en un blog amigo del vecino pueblo de Lober, y como podréis imaginar por el nombre de dicho pueblo, la cosa va de lobos.    

  
 El  Lobo   por Gúmaro

Aliste tierra de lobos y ovejas. Por eso en las matanzas y reuniones familiares no faltaban siempre las historias y cuentos de lobos contadas por nuestros abuelos o personas más longevas.
Estas historias y cuentos a veces escalofriantes, recorrían nuestro cuerpo para al final ponernos los pelos de punta.
Foto: Roberto Prada
En mis años jóvenes  en Lober, y más bien por mi vida pastoril, fueron varios los encuentros con lobos,  y muchas veces de noche, viviendo en mis carnes aquellos escalofríos de las historias aquellas que de niño me habían contado en las matanzas o en las noches de invierno al amor de la lumbre.
Con apenas 12 años comencé a dormir en el chiquero, seguramente era el más joven  del pueblo  que de noche  guardaba las ovejas para que no fueran desgarradas por el depredador. Bien tranquilos se quedaban en mi casa, al acompañarme un perro lobo que llevaba por nombre “Corbato”,  y  que no sólo me tranquilizaba a mí, sino a todos los pastores que por los alrededores campaban con sus ovejas.
Recuerdo la primera noche que dormí con las ovejas en una tierra en el “LLagal” yo sin miedo, porque  también  dormía  Rufino en una tierra colindante, Manolo un poco más arriba, y Tomasin  por el otro lado. Era por los primeros días del mes de marzo, y en todo el año no vi que se acercara el lobo ninguna noche. El Perro me lo habían prestado por nosotros cuidarle unas ovejas al dueño de Ceadea, y al año siguiente le dijimos al dueño que lo vendiera, ya que por el día el perro vagabundeaba por ser Lober un pueblo con poco monte, considerábamos que no era necesario y el perro perdería las cualidades que tenía para  no dejar acercar a el lobo. Al final el perro se vendió a un ganadero de Abejera, donde el lobo le atacaba al ganado diariamente en el “Casal.”
Al año siguiente, llegando el mes de marzo comenzamos a dormir en el chiquero  en una tierra grande donde prácticamente había que dormir allí toda la primavera. (Los agüerones). Las primeras semanas también tenía de vecino a Rufino, a Paulino, y lindando por la parte de arriba a Consuelo. Al cabo de unas semanas estos vecinos se fueron mudando a otras tierras, quedando yo sólo por aquel paraje. Ya no era igual, había menos perros, y la sensación de miedo se había agravado. Una noche de luna llena recuerdo bien que debía ser por el mes de mayo allá por las tres de la mañana, las ovejas dan un “rudión”(1) y se agrupan en una esquina del chiquero,la perra pequeña que tenía se refugia debajo de mi cabaña con el rabo entre las patas, yo me levanto sobresaltado y veo un lobo dentro del chiquero, fue entonces cuando viví en mi cuerpo el escalofriante frio que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza dejándome los pelos de punta, a mí se me cortó el habla y ni siquiera podía sujetar la cayata con la mano, el lobo al verme, de un salto se tiro fuera del chiquero y la perra se refugiaba debajo de la cabaña por otro lobo que había detrás de la cabaña. Como cada tarde recogía leña,  encendí  fuego, ya no me dormí mas en toda la noche y el lobo se auyentó.
Foto: Roberto Prada
Al año siguiente en el alto de la mina casi se repetía la misma escena, las ovejas dieron el “rudion” (1), la perra salió corriendo por detrás de la cabaña, yo oí un gruñido, y la perra acojonada otra vez con el rabo entre las patas se refugiaba en mi, pasaron un par de horas y la escena se repetía, esta vez yo estaba bien despierto, vi al lobo, yo encendía  el mechero y el lobo se marchó rápido. Pero por la mañana cuento las ovejas varias veces y siempre me faltaba una,  y efectivamente, estaba el peladero(2) y los huesos  de la oveja entre unas jaras no muy lejos de la cabaña, por lo que pudieron ser dos lobos ya que una oveja un lobo no la come toda, se harta y el resto se lo lleva y lo entierra para comer al día siguiente, y en este caso estaban allí todos los huesos.
En otra ocasión me mato cuatro corderos, esta vez era a medio día en el prao de la “Majadaarriba”. Aquel día yo cuidaba las paridas, y mi  hermana los “vacios” (3). Mi padre nos llevo la comida a medio día, como mi hermana no estaba muy lejos nos juntamos para comer en una buena lumbre que ella tenía y yo dejé solas las ovejas y los  corderos en el prao. Al cabo de más o menos una hora que yo regreso al prao había tres corderos muertos y desgarrados y uno se lo había llevado, las ovejas cogieron el camino y se marcharon a casa, esperando estaban a la puerta del corral. Mientras comíamos en unos robles que había en la solana las “pegas”(4) cacareaban, y mi padre dijo: Cuando las pegas andan así, lobo o zorro hay, pero no pensamos que en tan poco rato el lobo pudiera llegar a los corderos, ya que los corderos estaban en el “abeseo” y entre medio hay un valle(Valdelmayo), descampado donde había más pastores, por lo que suponemos que el lobo dio la vuelta por el camino Samir, pasó hacia el Carril de San Pedro, y bajó el alto abajo, ya que siguiendo las pisadas venían del alto, luego se metió un agüeron  que baja a parar al prao donde se encontraban los corderos.
Es curioso, siempre que he visto al lobo huye hacia el alto donde divisa más, y donde mejor puede observar.
Y en la vida pastoril no lo vi más. Pero aun me queda otra anécdota, esta vez sin ovejas, esta vez venía de festejar de Moveros, debían ser alrededor de la una de la mañana, y en un camino que sale de Moveros y llega hasta la N122 mas o menos frente al empalme de la Carretera de Gallegos del Río, pues viniendo por ese camino pinché la bicicleta, sin más remedio que venir andando con la bicicleta de la mano, noche de primavera pero sin luna, y pasando el camino de la” Brea” más o menos frente a Valdecañizas  en plenas majadas de Ceadea oigo rugir las hojarascas a un lado de la carretera, por lo que el escalofrío me corrió por el cuerpo hasta dejarme el pelo de punta, no tardaron muchos minutos que veo que el lobo pasa a no más de seis metros delante de mi cruzando la carretera, eso te deja acojonao, pero es que acojonao, el me seguía por los lados de la carretera, de vez en cuando yo oía rugir las hojarascas, el  continuaba atravesando la carretera de un lado a otro. Ya pasado la sierra de Mellanes en la “Furnia” cruzaron dos lobos hacía el lado de Samir y ya no los vi más. Quizá esta noche haya sido la noche que más miedo haya pasado en mi vida, pero todo se quedo ahí, yo de alguna manara pensaba no hacerle daño, y siempre queriendo ser su amigo.
De entonces aquí lo he continuado viendo algún día cuando voy en los veranos a Moveros, yo que suelo madrugar para ir a dar un paseo hasta Ceadea. En la carretera de Moveros suele pasar todas las mañanas antes de salir el sol, siempre que lo he visto ahí, pasa de derecha a izquierda yendo hacia Ceadea.  Pero ya sin sentir el escalofrío que en aquellos años me dejaba con el pelo de punta.
Fotomontaje: Roberto Prada
(1)    Agruparse en una esquina del chiquero. 
(2)    Desperdicios de la oveja.
(3)    Ovejas que no crían
(4)    Urracas.


Otra de lobos por Javier Rapado Fraile

MEDIADOS DEL SIGLO XX:

Según entrabas en el lugar se denotaba un color castaño con matices cobrizos, el suelo de tarima sin barnizar, rozado por los miles de zapatos, y anteriormente cholas, que habían pisado en aquel lugar.
Estas tarimas separaban la bodega que a pocos centímetros de la entrada tenía una puerta abatible en el suelo.
De frente a la puerta por la que se entraba de aquella plaza a dos alturas, se encontraba una puerta y una ventana que daba a lo que era la cocina, a la izquierda tenía otra puerta que por ella se llegaba al comedor, y finalmente a la derecha el mostrador.
Sobre la pared, sogas, hoces, azadas etcétera. Todos apeos de labranza.
El propietario servía en una jarra de porcelana blanca, grande y con solera, un vino que no era del todo tinto más bien pálido por la mezcla de gran cantidad de uvas.
Los parroquianos tomaban chatos de éste contando historias de lo que le había sucedido en aquella jornada de caza, cada chato costaba una peseta y la ronda cuatro o cinco depende de la afluencia de personas que en el establecimiento abría.
“Mate el conejo” decía uno, otro decía “lo mate yo”, discutiendo acaloradamente.
En ese instante llego un hombre alto, fuerte que todos conocían, con la zamarra desgajada y sangre en el cuello.
El hombre pálido como un muerto, aseguró que en el camino que llevaba a uno de los pueblos aledaños y estando con las ovejas según él se las vio con un lobo de considerables dimensiones.
Invitándole los tertulianos a un chato de vino, contó que se le abalanzo y cuando le estaba mordiendo en el cuello el saco la navaja y se la espeto al bicho. Ocurrió en las proximidades de la Carva, lugar conocido por todos.
Cuando los clientes del establecimiento acompañaron a este al sitio no encontraron nada, tachando, de mentiroso y aprovechado al pastor, que perjuraba que decía la verdad